Sin una identificación militar, no puedo obtener empleo oficial ni volver a inscribirme en la universidad para terminar mi carrera después de haber sido expulsada. Eso significa que no tengo un trabajo estable, ni perspectivas a largo plazo, solo sobrevivo a través de trabajos informales sin derechos ni protecciones.

Me aterra entrar a cualquier oficina gubernamental o incluso pasar cerca de la policía. Es aterrador usar los centros de servicios públicos o ver a las fuerzas del orden en cualquier lugar. Cada vez que veo a un policía, mi corazón comienza a latir aceleradamente; inmediatamente busco las salidas, calculando la ruta de escape más rápida.

Tengo miedo de ir a Moscú debido al sistema de reconocimiento facial del metro que emite automáticamente citatorios militares. La universidad alguna vez fue un sueño, una oportunidad para un futuro, pero ahora es solo otra cosa que he perdido por el miedo y la burocracia.

Llevo una hoja de afeitar conmigo cuando salgo, por si acaso intentan llevarme directamente a la oficina militar; necesito una salida si llega a eso. Es mi último recurso, la única manera de mantener el control sobre mi propio destino.

El miedo constante e incesante por mi vida es insoportable.